Leyenda de la Virgen “Nuestra Señora de la Fuensanta”

sábado, 6 de febrero de 2010

En la primera mitad del siglo XV, vivía en el barrio de San Lorenzo un infeliz cargador llamado Gonzalo. Su jornal escaso no le bastaba para mantener a su mujer, paralítica, y a su hija que estaba demente. El hombre salió un día, desesperado y sin rumbo exacto, por la puerta de Baeza hacia el arroyo de las Piedras, que es el de la Fuensanta, hacia un lugar que aún se llama de Las Moras. Iba ensimismado cuando se le acercaron dos hermosas muchachas y un gallardo joven. La primera de las muchachas le dirigió unas palabras en tono cariñoso: “Toma un vaso de agua de aquella fuente, y con devoción, dáselo a tu mujer e hija y tendrán salud”.

Aquel desgraciado se quedó perplejo, pensando quienes serían estas personas. Le sacó de duda el joven cuando dijo: “haz lo que te manda la madre de Jesucristo, que mi hermana Victoria y yo, como patronas de esta ciudad, lo hemos alcanzado de la Virgen Santísima”. Lleno de satisfacción, volvió la vista hacia el lugar señalado, donde efectivamente corría el agua entre las descubiertas raíces de un árbol; corrió a una alfarería cercana, compró un jarro y lo llenó con devoción de la salutífera agua. Lo llevo a su casa y dándolo a su mujer e hija con gran fe, logró verlas libres de sus enfermedades, que hasta ese momento parecían incurables.

La noticia circulo por toda la ciudad y los enfermos corrieron a beber del agua de dicha fuente, siendo testigos de nuevas curaciones y de la virtud de sus aguas. Veinte años más tarde, un ermitaño que se encontraba enfermo decidió beber aquellas aguas saludables y encontró salud. Lleno de agradecimiento y fe, pedía a Dios y a la Virgen en sus oraciones que aclararan aquel misterio, cuando una noche, la del 8 de septiembre, oyó una voz, revelándose que en el tronco de aquel árbol se encerraba la imagen de una Virgen, escondida ahí desde las persecuciones de los cristianos. Al día siguiente, acudió el obispo a cortar el árbol y se halló tan estimable objeto. Todo el vecindario de Córdoba, junto con las autoridades y el clero, acudió al lugar y formó una procesión en la que con gran alegría llevaron la imagen al sagrario antiguo de la Catedral.

Otros muchos milagros ocurrieron desde entonces, en los cuales las personas devotas encontraban salud. Por ello se construyó una iglesia en el lugar donde ocurrieron los milagros, lugar donde también está el pozo. Ha sido reconstruida varias veces debido a las inundaciones que sufría aquel terreno al estar tan bajo. Otro milagro del que aún tenemos restos es el del caimán. Este animal, hoy disecado y expuesto en la entrada de la actual iglesia, fue traído de América, aunque el pueblo afirma que lo mató en el arroyo cercano un sentenciado a muerte, al que le perdonarían la vida, si acababa con este animal, que atemorizaba a todos los cordobeses.

El día 8 de septiembre, día en que se le reveló a aquel ermitaño el milagro y acontecieron otros milagros en años posteriores, es el día en el que se celebra la fiesta en honor de esta venerada imagen, incluyendo también en los días próximos la celebración de una velada que antaño servía para vender ganado. Cada 8 de septiembre, en la iglesia de “Nuestra Señora de la Fuensanta”, que es como se llama la iglesia, se saca agua del mencionado pozo que contiene las aguas salutíferas y se da a los ciudadanos cordobeses, que se agrupan en grandes masas, para tomar estas aguas que la leyenda cuenta que son curativas.


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